Navidad, aburrida, Navidad (Por Carlos Vanaclocha*)
Firma invitada
Por Carlos Vanaclocha
Ya se han acabado las Navidades y creo que es adecuado hacer la siguiente reflexión:
Soy un apasionado del fútbol desde que tengo uso de razón. Para mí, no hay entretenimiento alguno que lo supere. Por eso, cuando llega la época navideña, quedo sumergido en un tedio muy profundo: ¿la razón? No es una respuesta banal; no siento nostalgia hacia gente a la que no veo desde hace tiempo; ni es una época que me evoque reencuentros familiares y más solidaridad que durante el resto del año. La respuesta debe ser sencilla y digo ‘debe’ porque no la sé, pregúntenselo a la Liga de Fútbol Profesional, que organiza el calendario liguero más en connivencia con la Asociación de Futbolistas Españoles que con la Federación Española. Aficionados españoles y extranjeros me preguntan por qué nuestros futbolistas se olvidan de la mal llamada mejor liga del mundo cada final de año. El parón del campeonato no tiene justificación: descansar no es lógico, la Liga es la última competición en dar el pistoletazo de salida en Europa, junto a la Superliga portuguesa. La sobredosis de balompié es un argumento indefendible; precisamente, quienes ansiamos todas la semanas que lleguen los sábados y domingos, necesitamos empaparnos de Liga, Premier, Calcio, Bundesliga y cualquier atisbo de balón.
Si los mandamases, más que mandatarios, de este negocio se aferran a los artificios mencionados, que no dejen organizar pachangas autonómicas ni clamores independentistas. Para eso, y sólo para eso, que ajusten una jornada liguera al último fin de semana del año. Expectación no va a faltar: los niños acudirán a los estadios o estarán pendientes de la televisión sin el agobio de los deberes escolares de la vuelta de vacaciones; los padres habrán encontrado el ‘juguete’ perfecto para deleitar a sus críos; las televisiones harán su negocio con las audiencias en detrimento de galas musicales soporíferas y reposiciones de películas americanas navideñas, tan habituales como los largometrajes de cristianismo, Ben-Hur o Quo Vadis? que siempre se emiten en Semana Santa. Me reservo pensar que la Navidad es más importante en nuestro país que en Inglaterra. Y tomo como ejemplo este país porque la causa de este escrito es el gozoso pasatiempo de la Premier League: hasta tres jornadas ligueras durante la última semana de diciembre; pero no me impresiona, allí el fútbol está concebido como espectáculo. Los supporters exigen partidos y se les colma con triple ración. Tal vez me esté confundiendo, y esa exigencia esté enmascarada por imposiciones de los dirigentes de allí, tanto monta, monta tanto: ellos hacen su negocio y la afición disfruta en su tiempo libre: porque si nuestro fútbol y el de allende nuestras fronteras se ciñe a la disponibilidad del seguidor, entonces, qué diantre pasa en la Primera División con el suplicio popular de diez días sin goles, cuando el futbolero español no trabaja en fechas tan señaladas.
Deduzco que no hago más que escribir tópicos; que todos los que estén leyendo este artículo, habrán reflexionado sobre este castigo sin fútbol. Pero únicamente la rabia y la resignación me han impulsado a teclear estas quejas. Insisto, reclamen a la Liga y a la Asociación de Futbolistas para que modifiquen el convenio y miren un poco más por el aficionado. No obstante, debo reconocer que nunca he escuchado decir a ninguno de esos más mandamases que mandatarios que nuestro fútbol es espectáculo. Al menos, no nos engañan. De este modo, pasarán más navidades y tendremos que continuar alzando la vista a las Islas porque aquí sólo sentiremos hastío, aunque para verdadero aburrimiento, las películas de Ingmar Bergman.
Por cierto, si esto fuera una lista de proposiciones, que menos que pedir, si no es menester, que el partido del sábado en abierto comience un poco antes de las 22:00 horas en pro del espectáculo, y de las audiencias, también.
*Carlos Vanaclocha es redactor de deportes en la cadena Cope. Actualmente es el productor del programa Tiempo de Juego.
Escrito por Matallanas | 5:59 p. m. | Enlace permanente