EL ARQUERO. COLUMNA PUBLICADA EN LA RAZÓN EL 7 DE ABRIL DE 2008

Por Kiko Narváez

Mientras la mayoría de la masa femenina y, gran parte de la masculina también, contemplaba el capítulo final del ‘Duque’, mis inquietudes futboleras me hacían presenciar la primera parte del Arsenal-Liverpool. Debo reconocer que nada se salió de madre, todo estuvo en el guión previsto: valentía y control del Arsenal ante la disciplina y el orden de los ‘Red’. Dos conceptos totalmente opuestos: la piscifutbolería de Wenger, en la que destaca su confianza en la juventud, el toque, la libertad, verticalidad ¡ah, y Clichy, un lateral izquierdo con el que hay que estar atento!, contra un Benítez que sigue sin ponerle los cuernos a su pizarra que, no olvidemos, le ha sido fiel dándole varios títulos. Lo más destacable y llamativo del vibrante duelo fue lo que nos chivó el GPS UEFA, cuando en el cambio de Leiva por Xabi Alonso, nos anunciaba que el donostiarra, con 10 kilómetros 625 metros había sido el futbolista que más corrió del Liverpool. Lo clarificador y preocupante del empacho de metros del español es que en ese tiempo sólo dio 25 pases buenos, mientras Mascherano tocó el triple de balones y corrió menos.

Los comienzos de Xabi en Anfield fueron alentadores. Se adaptó rápido y sumó a su fácil circulación y fluidez una agresividad y despliegue físico que le hacían destacar prematuramente en la Premier. Su aparición en la Real fue para mí lo más parecido a Guardiola en la última década, pero a día de hoy me da la sensación de que ha entrado en una dinámica en la que parece no disfrutar ni ser el mismo. Puede que sea la falta de continuidad por las lesiones lo que nos impida disfrutar de la verdadera computadora de nuestro fútbol, pero es frustrante ver a este tipo de jugadores más concentrados en robar que en dar. Hablando de dar, vaya alegría me darían las altas esferas atléticas si nos regalasen a los colchoneros su fichaje para acompañar a Raúl García por detrás del Kun, Forlán, Maxi y Simao, así, Xabi dejaría de actuar en la versión inglesa de ‘Sin balón no hay paraíso’ y lo convertiríamos en nuestro ‘Conde’ del Manzanares.