De Javier Aguirre a Abel Resino
el rincón de judas. artículo publicado en público
Por Antonio Sanz
Se veía venir. El ambiente que reinaba en el Manzanares en los días previos al partido de Valladolid hacia presagiar que pintarían bastos: Valverde y el futuro de Aguirre, las cosas de Forlán, el almuerzo del dueño y Agüero... y un equipo a la deriva que no evitó los rayos y truenos que sirvieron para despedir a un rendido Aguirre. Sí, porque el ‘vasco’ ya no estaba. Aquel entrenador que expulsó sin paliativos a Maniche del vestuario y de la entidad, aquél que puso firme a Reyes, aquél que se la jugó con un crío de 17 años -Camacho-… aquel entrenador ha ido desapareciendo en los últimos meses y poco, muy poco quedaba ya de él. Creo que Aguirre termina exhausto, harto del Atleti y golpeado contra el muro de una afición que se ha aferrado al fácil discurso mediático del mal juego. El mexicano empezó a cavar su fosa cuando pidió un ‘10’ -Silva- y el club no se lo tomó en serio, cuando admitió nuevamente a Maniche, cuando alternaba a los porteros, cuando volvía a colocar a Seitaridis en el once tras la enésima burla del griego, cuando se aproximaba al Kun para estar cada vez más lejos de él, cuando no ha sido capaz de digerir -ni él ni nadie del grupo- el egoísmo de Forlán, cuando maldice las veces que aceptó quitar los galones a Antonio López, cuando no reprendió a Maxi -el capitán del club- por cenar con Maradona en la previa de un partido, cuando marginó a los jugadores más débiles, cuando dejó de confiar en los ‘suyos’ para apostar por los que van a lo suyo. En fin, demasiadas cábalas para que saliera bien un proyecto que sigue muy vivo en Europa, que quedó apeado de la Copa por el intratable Barça y que se despidió en Navidad aupado al tercer lugar en Liga. Pero la orquesta dejó de tocar porque el director perdió la batuta. Aún así, se despide al único entrenador que en la última década ha cumplido con lo encomendado. Cierto que ha sido al que más le han dado, pero también merece que se reconozca que con él la Champions volvió al Calderón.
Aguirre visitó por última vez el vestuario para despedirse y pedir disculpas. Dijo adiós en dos palabras: perdón para con los que había sido injusto y gracias a todos por el trabajo bien hecho. Era el mismo escenario que Cerezo había ocupado el domingo cuando apareció hecho un basilisco. “Vengo a deciros a la cara, para que no me acuséis que lo digo antes en la Prensa, que no tenéis ni actitud ni compromiso”. Un par de jugadores reprocharon al iracundo dirigente, mientras el resto se dirigía en silencio a ducharse. La escena no daba para más: uno, ofuscado por los insultos lanzados desde la grada y otros, perdidos y sin líder. Pero mientras el productor entregaba un ‘Goya’, Gil Marín maquinaba el cambio. Antonio Alonso, amigo y consejero, le había contado el desastre. El dueño decidía apostar por Abel esa misma noche. Sólo restaba que se arreglara la burocracia: solventar el finiquito del toledano con el Castellón. Esa noche, Resino mascaba el futuro. Esa noche, previa a su 49 cumpleaños, robaba horas al reloj. No por cumplir años y sí por cumplir su sueño: dirigir el Atleti.
P.D. No me gusta cómo ha arrancado esta etapa en las ondas. Desconozco por qué se pasa factura al técnico y por qué el presidente se autorretrata. Este clima prebélico traerá víctimas. Qué alguien salve al oso y al madroño.
Escrito por Matallanas | 4:49 p. m. | Enlace permanente